Todos los días, decenas de hombres bajan desde los cerros de la isla Robinson Crusoe, en el archipiélago de Juan Fernández, para surcar el océano Pacífico y buscar un tesoro natural que hace mundialmente famoso a este lugar: sus langostas.
Una perfecta conjunción natural hace que la isla sea un lugar privilegiado para capturar estos crustáceos.
De hecho, hace cuatro décadas la Unesco declaró al archipiélago como una reserva de la biósfera. Y los propios pescadores realizan esfuerzos para que su actividad, que se remonta a 123 años, sea sustentable.
Para apoyar este impulso, el ministro de Economía, Luis Felipe Céspedes, y el subsecretario de Pesca, Raúl Sunico, viajaron a Robinson Crusoe para entregar $142 millones a los pescadores. La idea es que estos renueven los motores de sus lanchas, para reducir la contaminación y mejorar la eficiencia, ahorrando de 30% a 40% en el gasto de combustible.
“Acá existe la única pesquería chilena certificada a nivel mundial y eso, precisamente, nos obliga a esforzarnos por agregarle más valor”, plantea Céspedes.
El objetivo es consolidar el sello de sustentabilidad conquistado por los propios pescadores en enero pasado a través de sistemas de autorregulación y cuidado de los recursos naturales.
Se trata del Marine Stewardship Council (MSC), un sello internacional que promueve y reconoce prácticas sostenibles, lo que redunda en que las langostas sean más reconocidas a nivel global y, con ello, sean vendidas a mejores precios.
“Tenemos los más altos estándares de pesca a nivel sudamericano, además de áreas marítimas protegidas. La certificación y los procesos sustentables han elevado el valor de la langosta a precios históricos”, explica Felipe Paredes, alcalde de Juan Fernández.
Si hace tres años el valor de la langosta -que da sustento a unos 850 isleños- no superaba los $9 mil, hoy llega a $15 mil por unidad.
Además de otras medidas, el protocolo autoimpuesto por los pescadores establece que solo pueden capturar langostas de ciertos tamaños y características. Las que no cumplen, son devueltas al mar, lo que preserva la disponibilidad del recurso.
Fuente: El Mercurio
