El polo sur de nuestro planeta es un vasto territorio en constante cambio. La Antártica y el Océano Austral comprenden un área de millones de kilómetros cuadrados los que, en los últimos años, han sido afectados por diversos fenómenos climáticos, naturales y antropogénicos. Por lo tanto, es de vital importancia entender cómo estos cambios pudiesen modificar los ecosistemas presentes en él.
Es por ello que, tras un trabajo de diversas instituciones, se logró analizar una data de más de 20 años (desde 1997 a 2019) de gran parte del extremo sur de la Tierra. Para esto, se utilizaron imágenes satelitales y datos entregados por boyas instaladas en diferentes puntos de la zona austral.
La investigación se realizó en el marco de la Evaluación de los Ecosistemas Marinos del Océano Austral (MEASO, por sus siglas en inglés), que definió 15 regiones de estudio divididas en tres zonas: norte, subantártica y antártica (por debajo de la Corriente Circumpolar Antártica). Los datos obtenidos analizaron variables como la concentración de clorofila, un indicador de la biomasa fitoplanctónica, y producción primaria.
“Durante más de 20 años se utilizó la misma tecnología en estas tres grandes áreas con el fin de realizar proyecciones de tendencias a largo tiempo”, comentó el Dr. Juan Höfer, investigador del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL) de la Universidad Austral de Chile (UACh) y co-autor del estudio.
El investigador, quien además es académico de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV), comenta que “si bien existen estudios anteriores que analizan zonas específicas de la Antártica y en periodos de tiempo de 15 años, este es el trabajo de más larga data obtenido hasta la fecha y en una zona totalmente circumpolar”.
Las observaciones satelitales dieron cuenta del aumento que ha experimentado el fitoplancton en algunos lugares del Océano Austral. Sin embargo, hay sectores más específicos (Mar de Ross) donde se ha detectado una disminución de estos organismos. Esto podría ser debido a los efectos del cambio climático en la zona. No obstante, el mismo estudio sugiere que analizar este territorio con un nivel alto de precisión es difícil de lograr, por lo que las proyecciones a largo plazo aún son complejas de definir.
La investigación da cuenta de las dificultades de estudiar esta gran área del globo, debido a que la física de los mares difiere drásticamente entre regiones del Océano Austral. Algunas áreas presentan mayores grados de temperatura que otras, al igual que los niveles de hielo marino, lo que también diferencia a las comunidades de fitoplancton presentes.
El Dr. Höfer explica que “sacar alguna tendencia a largo término es complejo y sobre todo en un sistema tan variable como el Océano Austral, debido a diferentes factores: la variabilidad interanual es bastante fuerte, la zona presenta una estacionalidad muy marcada y existen épocas del año donde no se puede obtener información satelital por la poca cantidad de luz que llega a la zona”.
A pesar de la dificultad de muestrear una zona extensa como el extremo sur, la investigación predice cambios en los patrones estacionales de producción y en la comunidad microbiana en un periodo de 100 años, lo que tendrá consecuencias ecológicas, principalmente en especies claves para los ecosistemas marinos antárticos como el kril.
Otra de las proyecciones basadas en esta investigación sugiere una disminución en la producción de algas marinas antárticas asociadas al hielo marino, debido a la disminución del mismo durante los últimos años.
El Dr. Höfer hace hincapié en continuar con este tipo de investigaciones, a pesar de las dificultades logísticas que se han suscitado debido a la pandemia. “A día de hoy, inclusive tras obtener esta serie de tiempo, la más larga de la que tenemos registro, se hace muy difícil diferenciar la variabilidad interanual de las tendencias de cambio a largo tiempo. Sobre todo en tiempos de cambio climático, es importante seguir analizando los distintos factores que influirían en los ecosistemas del polo sur”.
El estudio fue publicado en la revista científica Frontiers in Ecology and Evolution y en él participaron investigadores de Nueva Zelanda, Australia, Noruega y Chile.
Leer la investigación aquí.