Algo está floreciendo en Ventanas

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Crédito foto principal: ventananoticias.blogspot.com

No puedo ser objetivo. Pese a haber recorrido un par de países maravillosos y de palpar la magia de la Patagonia, no puedo negar que mi lugar favorito en el mundo es la playa Las Ventanas, porque, tal como reza la canción de Chavela Vargas, ahí amé la vida.

Escapar por dos meses de la selva de cemento que es Santiago, reencontrarme con viejos amigos, pichanguear todo el día y, sin duda, las fogatas nocturnas, que servían como escenario perfecto para tratar de seducir a la chica bonita de la temporada, eran un elixir que me abstraían de la situación crítica que enfrentaba este lugar.

Si bien es cierto que la mayoría de la gente con la que me relacionaba también eran veraneantes, a los pocos ventaninos que conocí jamás les escuché hablar sobre la contaminación ambiental que afectaba la zona.

La explicación era sencilla. Más que un balneario, Ventanas es un caserío que se desarrolló a partir de la década del ‘60  con la llegada de la refinería de cobre de Enami, que actualmente pertenece a Codelco. Décadas más tarde se instalaría en la zona conocida como La Greda un complejo termoeléctrico de AES Gener, el Puerto Ventanas, plantas de productos químicos (Oxiquim y Petoxa), cementeras (Cementos Bio Bío) y regasificadoras (GNL), entre otras, que suman un total de 19 industrias emisoras de material particulado y/o distintos tipos de gases de efecto invernadero.

Hablar de la contaminación, que exterminó la rica diversidad floral de la zona, propia de la Región de Valparaíso, era morder la mano que da de comer. La mayoría de los pequeños agricultores no pudieron contra este poderoso brazo industrial y terminaron por abandonar sus tradicionales oficios, para ponerse un casco, un chaleco reflectante y convertirse en operarios.

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Según consignó en un reportaje el medio El Desconcierto, la lluvia ácida, producida por la caída de ácidos presentes en la atmósfera debido a las emisiones de las termoeléctricas, quemó los terrenos. Entre 1964 y 2007, la superficie cultivada con cereales y tubérculos se redujo en un 99 %. Los pequeños montículos verdes que hoy se divisan desde la carretera, no son de vegetación, sino de ceniza maquillada.
FOTO-TRABAJADORES-MUERTOS-VENTANAS
Crédito foto: Federación Minera de Chile.

Sin embargo, de lo que no pudieron sobreponerse  fueron de las enfermedades cardíacas y respiratorias que les suscitaron tras décadas de trabajo en estas industrias. No hay una cifra exacta de los trabajadores que han fallecido por la polución en este complejo industrial, pero la Asorefem, asociación que se creó para hacer frente a los perjuicios en salud de los operarios de Enami, tenía en sus manos, como respaldo de lucha, 135 certificados de defunción, al año 2011.

Pese a que en 1993 la zona fue declarada como saturada por anhídrico sulfuroso y material particulado, la máquina industrial ha seguido operando al 100, por lo que las nuevas generaciones tampoco han podido escapar de la contaminación.

En 2011, los ojos de los medios de comunicación se posaron por primera vez sobre este sector: 33 niños y 9 adultos de la Escuela La Greda resultaron intoxicados por una nube de azufre que les provocó tos, náuseas, desmayos, vómitos y dolor abdominal.

De nada sirvió que el gobierno de Sebastián Piñera trasladara la escuela a 2 kilómetros del parque industrial, porque en 2015, debido a una emanación de gases provenientes de una planta de tratamiento de aguas, otros 40 alumnos resultaron intoxicados.

Y en marzo pasado fue el turno de la Escuela Sargento Aldea, que también se encuentra a 2 kilómetros aproximados del parque industrial, en el sector de Ventana Alto, la afectada por la contaminación, donde 18 escolares terminaron en el Cesfam de la localidad por malestares similares a los del episodio de 2011.

Escuela La Greda
Crédito foto: Emol.

Tras estos hechos queda claro que kilómetros más, kilómetros menos, da igual, ya que toda la zona está infestada de gases y material particulado nocivos para la salud de la población. Así lo señaló un informe que fue solicitado por la Subsecretaría de Educación, en el que alarmaba de la presencia de altos niveles de plomo, cadmio, níquel y cromo en los 14 colegios que existen en la zona. El mismo informe indicaría que estos contaminantes estaban asociados al proceso productivo de la refinería de la empresa estatal, Codelco.

Entonces no hay que ponerse colorados para decir que el Estado chileno ha sido y seguirá siendo cómplice del sacrificio ambiental de esta zona. Esto porque a fines de marzo el Comité de Ministros, encabezado por el nuevo ministro de Medio Ambiente, Marcelo Mena, aprobó la nueva norma que regula la concentración máxima de azufre que podrán emitir las mineras, termoeléctricas y fundiciones en este complejo industrial.

¿Cuál es el problema? Que esta medida considera una concentración de 200 microgramos de azufre, es decir, diez veces más de lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que fija el límite en 20 microgramos por metro cúbico.

Según el registro promedio de azufre en este sector, el que se puede revisar a través de la web del Sistema de Información de Calidad del Aire (Sinca), la nueva norma permitiría que, al menos, 88 veces al año se llegue a un peak de contaminación ambiental en cuanto a este peligroso elemento.

Teniendo en cuenta este descriterio político, los vecinos han dejado de lado décadas de silencio y pasividad, y han salido a las calles a protestar y a denunciar, a través de organizaciones bien constituidas, los episodios de contaminación que han sufrido, los cuales no  se refieren solo a nivel de polución atmosférica, sino que también con lo que ha acontecido en el mar, en cuanto a los continuos derrames de hidrocarburos que han afectado casi de manera irreparable el ecosistema marino, y, por consiguiente, mermado la pesca artesanal.

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El hecho más recordado es el de septiembre de 2014, cuando se derramaron 38 mil litros de crudo al mar debido a la rotura de una conexión de un buque al terminal, lo que provocó que la mancha de petróleo llegara a las costas de Quintero, limpieza que tomó meses.

Desde nuestros medios y posibilidades, los que veraneamos y amamos esa localidad, apoyamos esa lucha. Aunque cabe lamentar que este despertar social es lo único que ha florecido en la zona en los últimos años.

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