Este martes se inaugurará mayor centro de investigaciones sobre el clima en Chile

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Para fines de siglo se estima que la temperatura en Chile subirá entre 0,7 y 5,2 grados Celcius, dependiendo de la zona del país. Si en los próximos años el mundo no se dirige a un sistema menos contaminante, el alza máxima se producirá en el norte.

 

¿Qué se puede hacer para mitigar las consecuencias? Las respuestas dependen en gran parte de decisiones políticas, pero estas deben tomarse de acuerdo a la realidad de cada zona que, en muchos casos, aún no ha sido estudiada.

 

Por eso, el año pasado Conicyt eligió al Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2) como uno de sus proyectoS Fondap, que reúne a 20 investigadores de varias universidades del país y que será financiado por la comisión por los próximos cinco años.

 

Su objetivo: determinar cómo los cambios en el clima afectan al país en distintas áreas y qué se puede hacer para mitigarlos.

 

“Las fluctuaciones climáticas no sólo involucran al cambio climático, que es una tendencia de largo plazo, sino que también otras variaciones naturales de corto y mediano plazo (años y décadas) son importantes y tienen impactos en la sociedad y los ecosistemas”, dice René Garreaud, investigador de la U. de Chile y subdirector del CR2.

 

Garreaud dice que uno de los primeros objetivos del centro será adaptar las proyecciones del último reporte del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) para determinar con mayor certeza lo que podría ocurrir en Chile, teniendo en cuenta la variabilidad natural.

 

“Ciertamente, hay cambio climático, pero que un año sea muy cálido no quiere decir que todos lo serán en adelante, porque puede ocurrir que un año sea muy frío, y cuando ocurra no puedes decir que ya se terminó. Esa contextualización es importante para nosotros”, indica Garreaud.

 

La mejor manera de lograr respuestas certeras sobre el clima del futuro es conocer y entender el clima pasado. Los árboles tienen esa información y, por ello, los especialistas del laboratorio de Dendrocronología de la U. Austral (Uach) estudian las especies más antiguos de norte a sur: queñoa, ciprés, araucaria, alerce y lenga, que permiten crear un archivo ambiental. “La ventaja de los árboles es que pueden dar información anual exacta a través de mil años. Es un archivo ambiental muy bueno para reconstruir el clima y en Chile tenemos árboles a lo largo de la cordillera, algunos muy longevos. Es como que existiera una red meteorológica”, indica Duncan Christie, investigador de la Uach.

 

El tamaño de los anillos de crecimiento de los árboles, explica, permiten obtener datos de precipitación y temperatura, además de caudales de ríos y cantidad nieve.

 

El CR2, que comenzó a funcionar en enero de este año -aunque su inauguración oficial es mañana-, pretende crear un mapa de vulnerabilidad, que involucre las amenazas en todos los niveles, desde el productivo a los seres humanos.

 

Pilar Moraga, investigadora principal del área Dimensión Humana, explica que en este momento están dedicados a definir las bases de la investigación que incorporará no sólo los cambios a nivel climático, sino que la gobernanza detrás de los planes para enfrentarlos o para bajar emisiones. “Desde 1994, cuando Chile se hizo parte del Convenio Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, el avance ha sido progresivo y el marco legislativo ha ido creciendo y madurando”, dice la abogada de la U. de Chile. Pero hay deficiencias, como radicar todo en el Ministerio de Medio Ambiente y la carencia de políticas permanentes.

 

Laura Farías, investigadora principal del área Biogeoquímica del CR2 y académica de la U. de Concepción, estudia cómo se mueven los elementos esenciales para la vida a través de distintos ecosistemas. Como el carbono en la atmósfera, el océano y los bosques. “Sabemos que si el destino final de ese carbono es transformarse en dióxido de carbono y llegar a la atmósfera, es un mal efecto, es radiactivo y aumenta la temperatura del planeta, pero si queda en los bosques y el fitoplancton en el océano, es bueno”, explica.

 

Su grupo apuesta a trabajar en procesos nuevos, no estudiados a nivel internacional, como los microbios, pequeños y abundantes, que pueden ser incluso más eficaces que los bosques para secuestrar carbono.

 

Fuente: La Tercera

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