Investigadores de la U. de Antofagasta analizan propuesta de depósito de relaves mineros en el mar

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A mediados de 2012 comenzaron a aparecer las principales informaciones sobre el interés del sector minero por depositar relaves en el mar, a profundidades donde se produzca un mínimo impacto de la operación. La idea ha ido tomando forma como una necesidad del sector en el largo plazo, pero no son pocos los actores que rechazan completamente esta opción o que exigen que se hagan estudios independientes sobre los efectos reales de los relaves en el medio marino.

Oceana ironiza sobre la “genial idea” que tienen las grandes mineras en cuanto a sus relaves

 

Hoy en la zona norte de Chile no existen problemas para la disposición de los relaves mineros, pues aún existe disponibilidad de terrenos seguros para esos fines. No obstante, el desarrollo minero avanza hacia la zona central del país, donde sí habría grandes dificultades por factores como la agricultura, la concentración de la población y la falta de espacio.

Para el investigador del CSIRO-Chile y de la Universidad de Antofagasta, Ricardo Jeldres, la idea de disponer los relaves en el fondo del mar tiene un origen muy claro. “La minería no impacta negativamente en el medio ambiente porque sí, hay algo que se lo permite. Ese “algo” es la mala y antigua legislación minera que deja espacios para que la industria pueda cumplir con sus metas de producción con muy pocas restricciones”.

“Falta mucha educación y conciencia ambiental, no sólo de quienes trabajan en minería, sino que de todos los habitantes del país. Es urgente contar con un nuevo enfoque sobre cómo administramos Chile y sus recursos naturales”, sostuvo Jeldres.

Para este científico, la idea tiene un origen claro, pues sostiene que la actividad minera hoy avanza hacia la zona central de Chile donde deberá competir con otras actividades productivas, entre ellas, la agricultura. Lo anterior, sumado a la falta de espacios y a una mayor presencia de recursos hídricos, haría inviable la presencia de relaves en tierra firme en dicha zona.

Como científico no podría decir que no a priori a una propuesta de este tipo. Pero siguiendo lo planteado por el mismo Consejo Minero, creo que es necesario hacer una gran investigación y generar mucho conocimiento al respecto, proceso que nos tomaría varios años”, explicó.

Economía versus Naturaleza

Marco Ortiz, jefe del Laboratorio de Modelamiento de Sistemas Ecológicos Complejos (LAMSEC) del Instituto Antofagasta de la UA, señala que “en la minería al parecer lo importante es producir riqueza para aumentar la productividad nacional sin importar que se destruyan los ecosistemas en donde tales actividades se desarrollan. Esto es muy similar a lo que ocurre con la explotación pesquera, donde sólo se consideran valiosos los recursos con interés comercial, ignorando a las otras especies fundamentales para las complejas redes de interacción ecológica”.

El investigador de la Universidad de Antofagasta, refiriéndose a la minería en términos globales, sostiene que “esta actividad evidentemente daña a los ecosistemas terrestres, por ejemplo, si miramos como era antes el oasis de Calama y lo comparamos con el panorama que presenta en la actualidad. Esa experiencia podría extrapolarse y vislumbrar lo que ocurriría en el mar”, sostiene.

Camino sin retorno

Para la doctora Cristina Dorador jefa del Laboratorio de Complejidad Microbiana y Ecología Funcional del Centro de Bioinnovación de la UA, la sola idea de disponer relaves mineros en el fondo del mar le parece absurda y sin sentido, a la vez, de representar lo que a su juicio es la crisis valórica profunda que vive nuestro sistema hoy.

“Existe una grave desconexión y falta de entendimiento de nuestro entorno. Como habitantes de este país tan rico en diversidad biológica, geológica y mineral, debiésemos considerar que su explotación genera impactos hacia nosotros. Valorar el resultado económico por sobre el bienestar general es un camino sin retorno hacia la pérdida total de nuestros ambientes y la calidad de vida”, explicó.

La investigadora sostiene que los microorganismos son muy sensibles a los cambios ambientales y en el caso de los que viven en el mar, la disposición de relaves produciría cambios en las comunidades microbianas, lo cual dañaría tanto a su diversidad como a su función. “Incluso, se afectarían los niveles tróficos superiores. Los ciclos biogeoquímicos y los gradientes ambientales (concentración de oxígeno, entre otros) en los océanos son fundamentales para los procesos globales de funcionamiento del planeta. Un cambio en estas condiciones, sin duda, tendría consecuencias gravísimas en el corto y largo plazo”, precisó.

A su juicio, lo que Chile necesita actualmente es invertir en ciencia y tecnología (que en nuestro país sólo alcanza el 0,36% del PIB) y basado en eso desarrollar innovación, “alejándonos de la extracción sin límites de nuestros recursos naturales por sobre el equilibrio entre el hombre y su entorno. No proteger nuestros océanos significa no querernos a nosotros mismos”, concluye.

Fuente: www.vcc.cl

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