¿Había juegos de azar en los pueblos indígenas?

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Se sabe que la cultura griega y, en gran medida, la romana, supusieron la antesala de la industria de los juegos de azar en Europa. De un modo u otro, la cultura indígena de América del Sur también abrazó esta forma de entretenimiento, aunque de una forma muy diferente a la que conocemos hoy. De hecho, para muchas comunidades, eran una parte integral de su vida social y cultural. A través de ellos, se forjaban lazos, se desarrollaban habilidades y se mantenían tradiciones, como veremos a lo largo de este artículo.

Juegos de azar indígenas, otro medio más de entretenimiento

El panorama actual, con multitud de casinos de Chile que aceptan PayPal, dista mucho de lo que había hace cientos de años. Una característica común a muchos de estos juegos era el uso de elementos naturales. Huesos, semillas y maderas eran transformados en implementos de juego, reflejando la conexión de la cultura con el entorno que los rodeaba. Las apuestas, aunque presentes, se centraban en objetos de poco valor para asegurar que el juego fuera más un medio de entretenimiento que una manera de enriquecerse.

Por supuesto, estos juegos también cumplían un papel social importante. A través de ellos, se creaban espacios de encuentro donde las personas podían relacionarse, intercambiar historias y reforzar su identidad cultural. Estas actividades recreativas ofrecían una válvula de escape y una forma de cohesión social en un tiempo y lugar donde las comunidades eran pequeñas y estrechamente unidas.

¿A qué jugaban nuestros antepasados?

Desde luego, no hay una respuesta única, dada la variedad de civilizaciones que cohabitaban en todo el continente. Por ejemplo, entre los tehuelches de la Patagonia, el allél-kuzen ganó especial popularidad por su simpleza y el grado competitividad que ofrecía. Utilizando huesos de vaca como dados, este juego enfrentaba a equipos de hombres contra mujeres, creando un ambiente de camaradería y rivalidad.

Otro ejemplo es el awar kuden, conocido como el juego de las habas. Este tradicional juego de apuestas se caracterizaba por la sencillez de su mecánica, donde los participantes arriesgaban prendas u objetos de poco valor. Los mocovíes también tenían su propio repertorio de juegos. Pintá, por ejemplo, era un juego que usaba dados hechos de maderas como guayaví, chañar o algarrobo blanco. El objetivo era sencillo: sumar la mayor puntuación posible con los lanzamientos.

Por último, el pokolé, que nació como un juego mocoví, presentaba una dinámica más directa. En este caso, dos jugadores competían adivinando en qué mano su oponente escondía un trozo de carbón. Si un jugador acertaba, podía ganar uno de los cuatro palitos que su rival tenía entre los dedos de los pies. El reto ponía a prueba tantoel ingenio como la suerte de los participantes y el objetivo final era hacerse con todos los palitos del contrincante.

Todos estos, sumados a otros juegos como el palín, el pillmatun, el treticahue, el comicán o la lawarita, conformaron una de las culturas más ricas a nivel de entretenimiento, donde el medio de vida no supuso un impedimento para su desarrollo.

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