Sobre los eventos en el norte de Chile

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Simon Gatica Codeff

 

 

 

Por Simón Gatica, encargado de Proyectos del Área Biodiversidad de CODEFF.

 

A todos nos han impactado las imágenes y relatos de los sucesos que ocurren en el norte de Chile, sobre todo en la Región de Atacama, donde las ciudades de Chañaral y Copiapó han quedado casi totalmente destruidas, pero ¿se debe esto a un fenómeno fuera de los común?

La imagen del desierto de Atacama, el más árido del mundo, cubierto por agua es una postal que no se olvidará fácilmente. Sin embargo, no es la primera vez que sucede ni será la última. Chile es un país de eventos naturales extremos recurrentes, claro ejemplo a esto lo constituyen terremotos, tsunami, erupciones volcánicas, eventos extremos del fenómeno del niño, incendios forestales (en estos la culpa del ser humano es mayor), remociones en masa y en este caso lluvias atípicas. Si tenemos una variedad tan amplia de amenazas ¿no deberíamos estar mejor preparados?

Las lluvias han ocurrido debido a la presencia de un núcleo frío de baja presión, esto en términos muy simples significa una concentración de nubes cuya temperatura fue lo suficientemente baja y su densidad lo suficientemente alta para generar precipitación líquida en una zona muy amplia. Dicha precipitación equivalente a unos 20 o 30mm representa el doble o triple de toda la lluvia que cae durante un año normal para zonas como Copiapó, y en un intervalo temporal de solo 12 a 24 horas.

El efecto inmediato de la lluvia en las cercanías de la ciudad consistió en el escurrimiento natural hacia el lecho del río Copiapó, sin embargo, este se vio rápidamente sobrepasado debido a que las características de los suelos en los alrededores no permiten la infiltración de agua, favoreciendo el escurrimiento superficialante, lo cual fue sólo cosa de tiempo para que el río desbordara. Mientras esto sucedía, aguas arriba la lluvia que caía en laderas de cerros comenzó a arrastrar sedimentos y a seguir aumentando el caudal del río. Por último, en las altas cumbres la lluvia provocó el derretimiento de la nieve presente, estos factores provocaron un aumento sin precedentes del caudal del río Copiapó, evento que destruyó gran parte de la ciudad y las cosechas establecidas en la ribera.

¿Era evitable el desastre? Probablemente no. Estos fenómenos de lluvias extremas en zonas áridas ocurren con cierta recurrencia. En este caso fueron casi 20 años desde el último gran evento, esto habla de una necesidad cultural y legislativa de estar preparados ante el peor caso posible, que algo sea poco probable no quiere decir que jamás ocurrirá.

Es necesario cambiar la mentalidad reactiva con que normalmente se actúa en Chile. Los esfuerzos por reconstruir las ciudades afectadas por estos eventos y para recuperar los cultivos serán vanos si nuevamente en 20 o 30 años estaremos nuevamente lamentándonos por una nueva lluvia extrema.

Es necesario mejorar la forma en que se planifican las ciudades, conociendo y comprendiendo mejor el sistema natural que nos rodea, comprender que los ciclos naturales funcionan de forma distinta a la escala de vida del ser humano, mejorar la educación ambiental que podemos darle a nuestros hijos y a la comunidad en general, invertir en investigación para lograr aplicar medidas de mitigación para disminuir los efectos negativos que tendrá este fenómeno cuando vuelva a ocurrir y por supuesto poner los ojos en otras localidades que también se encuentren expuestas a fenómenos naturales extremos y preguntarnos qué es posible hacer ahora y no tener que esperar a que el desastre se manifieste para recién tomar cartas en el asunto.