Los hallazgos arqueológicos del cambio climático

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POR INCREIBLE que parezca, la moda ya era una realidad en la Europa de hace 1.800 años. Túnicas al “estilo suéter”, sin botones y tejidas en lana con adornos en diamante, eran usadas tanto por cazadores en las montañas como por guerreros en las planicies, pasando por comerciantes que atravesaban algunas de las muchas rutas que llevaban a Roma. Hasta ahora, sólo unas pocas de estas glamorosas piezas se conservan, pero el hallazgo de una nueva túnica de estas características en el glaciar Lendbreen (Noruega) permite confirmar que hablamos de una tendencia de la época, casi como si se tratase de una “incipiente” industria en el diseño de vestuario.

 

Y lo más increíble, quizá, es que todo este conocimiento es un efecto inesperado del cambio climático: a medida que los glaciares en las montañas se derriten debido al aumento de la temperatura global, numerosos objetos arqueológicos perfectamente conservados comienzan a emerger en la superficie. Según el informe del Panel de la ONU para el Cambio Climático (IPCC) dado a conocer a fines de septiembre, desde la década de los 90 se han perdido 303 mil millones de toneladas de hielo de glaciares alrededor del mundo, mientras que la temperatura global se ha elevado 0,78 grados desde 1850 hasta 2012.

 

Esto ha permitido que sólo en el glaciar de Lendbreen hayan aparecido cerca de 1.600 objetos arqueológicos que datan desde la edad del hierro hasta los primeros siglos de la era cristiana. Y no es el único lugar donde están emergiendo restos arqueológicos por razones similares. El primero de estos hallazgos fue el llamado “hombre de los hielos”, descubierto en la década de los 90 en los Alpes italianos, a los que se suman ahora algunos objetos encontrados en América del Norte, todos relacionados con el retroceso de hielos en ese hemisferio.

 

El análisis más reciente de estos hallazgos fue dado a conocer la semana pasada por científicos de la Universidad de Oslo, quienes encontraron la mencionada túnica en 2011, a dos mil metros de altura y en perfecto estado de conservación. Los estudios, usando la técnica de radiocarbono, confirmaron la datación de la pieza: fue fabricada entre los años 230 y 390 de la era cristiana.

 

La moda antigua

 

Pero lo más interesante de esta túnica, además de su increíble conservación gracias a la protección que tuvo durante 1.700 años bajo el hielo, es su confección. No sólo hablamos de una pieza de vestir que es muy similar a un suéter de la época actual (sin botones), sino que el análisis con microscopio electrónico reveló la intervención de dos fábricas diferentes, lo que implica que la pieza fue mandada a reparar y que, muy probablemente, tuvo más de un dueño.

 

Según un artículo publicado por científicos noruegos en la revista Antiquity, se trata de una prenda de lana de oveja, que fue confeccionada para la talla de una persona que medía 1,76 metros de altura aproximadamente. Una de las características que más llama la atención es un adorno de diamante, ennegrecido por el paso del tiempo que todavía se conservaba en la prenda. Mariane Vedeler, arqueóloga de la Universidad de Oslo que dirigió estos estudios, explica que se han hallado muy pocas prendas de la edad del hierro. Una de ellas fue encontrada en el siglo XIX en un yacimiento arqueológico de la época romana en Alemania, y su confección y estilo son muy similares a la prenda encontrada en Noruega.

 

Se estima que el dueño pudo haber estado cazando sin la prenda y que una neblina repentina -una situación climática muy característica en estas montañas- le pudo impedir encontrarla. Otra hipótesis es que alguna tormenta de nieve pudo sorprenderlo cuasándole hipotermia: uno los primeros síntomas en estos casos es una falsa sensación de calor, lo que también pudo ocasionar que el dueño dejara su ropa botada.

 

Vedeler recalca que a pesar de ser consecuencia de un fenómeno de connotación negativa como el cambio climático, el hallazgo de esta pieza resulta de incalculable valor para la arqueología. No sólo revela que tuvo varios dueños, sino que comprueba que el intercambio comercial entre el norte de Europa y la sociedad romana era frecuente en la edad del hierro, al punto que incluso se usaban ropas del mismo estilo.

 

Era neolítica

 

Pero no es el único vestigio procedente de estas montañas. En total, en años recientes, se han recuperado más de 1.500 objetos, 50 de ellos que todavía esperan ser analizados para determinar su data. Entre los últimos está una serie de herramientas de la era neolítica, entre ellas varias flechas que fueron datadas en 6.000 años de antigüedad. El hielo también las conservó intactas, lo que ha permitido constatar cambios en la confección de esta clase de armas respecto de otras flechas del período mesolítico encontradas en Europa.

 

El tamaño de estas flechas es un ejemplo de estos cambios, ya que son mucho más pequeñas. Probablemente debido al uso de piedras en el neolítico, en lugar de sólo madera como en épocas anteriores, estas armas debían ser más pequeñas para cumplir su objetivo como armas de caza o batalla.

 

“Están increíblemente bien preservadas. El hecho de que estemos encontrando toda esta clase de objetos ahora, es un indicador de que cambios muy veloces están ocurriendo en el medioambiente”, explica Martin Callanan, de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología en un artículo en la BBC. El experto agrega que en la medida en que el derretimiento de hielos se acelera, muchos otros objetos pueden deteriorarse antes de que sean encontrados por los arqueólogos.

 

Y es que hallazgos previos ocasionados por los retrocesos de hielo en glaciares han arrojado conclusiones igualmente significativas en términos arqueológicos. Una de las primeras fue el descubrimiento del llamado “hombre de hielo” Öetzi, en los Alpes italianos, muy cerca de la frontera con Austria. También habitante de la era del neolítico, se estima que este hombre vivió hace unos 5.300 años. Su hallazgo permitió no sólo determinar que murió atravesado por una flecha a 3.200 metros de altura y que se desangró hasta morir, sino que hizo posible conocer aspectos desconocidos de la genética del ser humano.

 

Tras codificar el ADN de Öetzi, por ejemplo, se pudo conocer que poseía predisposición genética a la enfermedad cardiovascular, dolencia que ha sido fuertemente asociada a los estilos de vida modernos que conducen al sedentarismo y la obesidad. Pero en la época del hombre de los hielos no existía esta clase de problemas, lo que permite establecer que la predisposición a esta enfermedad es mucho más antigua de lo que se creía.

 

Los genes también indican que sus ancestros provenían del Medio Oriente, quienes llegaron hasta Europa buscando tierras para la agricultura y la ganadería, que comenzaban a expandirse por aquellos años. Además, el análisis de ADN ha permitido establecer que estaba más emparentado con los actuales habitantes de Cerdeña y Córcega que con las poblaciones de los Alpes, donde se descubrió su cadáver. También se comprobó que sus ojos eran de color café y su pelo de color castaño.

 

En otras regiones del hemisferio norte también se están encontrando diversos objetos arqueológicos. Otro punto que está siendo investigado es el Glacier National Park, en la frontera de Estados Unidos y Canadá, donde el retroceso de hielos ha rebelado al menos cinco nuevos yacimientos relacionados con tribus que habitaron esa zona hace unos 3 mil años. Un poco más al sur, en el parque Yellowstone, el profesor de la Universidad de Colorado Craig Lee encontró a fines de la década pasada el objeto más antiguo descubierto hasta ahora en un glaciar en retroceso: un dardo de madera que fue datado en 10.300 años de antigüedad.

 

Todos descubrimientos que están reescribiendo la historia y entregando valiosa información acerca de los orígenes del ser humano, pero los arqueólogos temen que el acelerado retroceso de los hielos no permita que los investigadores lleguen a tiempo para descubrir lo que todavía permanece oculto y protegido bajo las capas de hielo.

 

Fuente: La Tercera

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