Los dinosaurios más australes habitaron en la patagonia chilena

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EN EL FINAL de la era Mezosoica, período Cretácico, poco antes de la extinción masiva de los dinosaurios en la Tierra, un grupo de hadrosaurios se desplaza en el área que hoy se conoce como Cerro Guido, a cuatro kilómetros de la frontera con Argentina en la Patagonia chilena, al norte de Torres del Paine (Región de Magallanes y Antártica Chilena). Un voraz incendio los hace huir hacia los bosques húmedos conformados por especies como el roble y el ruil, pero una zona pantanosa los atrapa, no pueden continuar su escape y finalmente mueren sepultados en ese lugar.

 

Han pasado unos 66 millones de años desde ese momento y un grupo de científicos del Instituto Antártico Chileno (Inach), del Consejo de Monumentos Nacionales, de las universidades de Chile y Concepción y la Universidad Heidelberg (Alemania) se encuentra en esta zona, alertados por evidencia que les indica la probable presencia de yacimientos fósiles en el lugar.

 

“En esta ladera hemos encontrado numerosos fragmentos de hueso, lo que nos indica que este es un lugar ideal para investigar”, dice Marcelo Leppe, paleobotánico del Inach, a la decena de científicos que lo acompañan en la expedición que fue realizada a comienzos de febrero de este año.

 

Luego de marcar con banderas todos los sitios donde encontraron restos y recorrer el área, Leppe toma una pala, la hunde a una profundidad no mayor de 20 centímetros, pero un objeto sólido le impide continuar. Siguen excavando con extremo cuidado y, en pocos instantes, emerge un hueso en perfecto estado de conservación. No era un hueso aislado, sino que estaba conectado con parte del esqueleto restante. Tras varios días de trabajo, regresan a Punta Arenas con una muestra de los huesos encontrados.

 

Alexander Vargas, paleontólogo de la Universidad de Chile, y David Rubilar, paleontólogo del Museo Nacional de Historia Natural, viajaron a la Región de Magallanes para ayudar en el análisis de los restos fósiles encontrados por el equipo de Leppe. La evidencia era clara: no sólo se trataría de uno de los yacimientos de dinosaurios más grandes descubiertos a la fecha en el país, uno que rivaliza con los numerosos hallazgos de este tipo en Argentina, sino que es la prueba de que los dinosaurios ornitópodos habitaron mucho más al sur de lo que se pensaba, incluso en la Antártica.

 

“Estos son los dinosaurios más australes encontrados en América”, dice Rubilar. Los hallazgos, que fueron dados a conocer ayer por los especialistas en la Fundación Imagen de Chile, son de relevancia mundial y obligarán a reescribir la historia de los dinosaurios que habitaron en nuestro continente. No es todo. También aportan nueva evidencia sobre el vínculo entre el Sudamérica y la Antártica. Porque junto a los dinosaurios se hallaron restos fósiles de bosques de Nothofagus, cuya data es estimada entre 66 y 68 millones de años. Esto indica que especies de bosque nativo del sur de Chile, como el ruil, el roble, la lenga, el ñirre y el coigüe, llegaron desde la Antártica millones de años antes de lo que se pensaba, antes de la extinción de los dinosaurios.

 

Alexander Vargas explica que si bien se habían encontrado numerosos fragmentos fósiles correspondientes a la etapa final del Cretácico en el sector de Cerro Guido, éstos habían “rodado” desde su posición original. “Faltaba encontrar el estrato portador”, dice el paleontólogo; en otras palabras, el yacimiento donde habían quedado depositados los huesos originalmente. Fue lo que consiguió Marcelo Leppe con su equipo. “Encontramos restos de hueso carbonizado y restos de árboles también carbonizados”, cuenta Leppe, lo que hace pensar en la hipótesis de que estos dinosaurios hayan quedado atrapados mientras escapaban de un gran incendio.

 

Hasta el momento, la evidencia apunta a que se trataría de un hadrosaurio, pero podrían haber hasta cuatro especies de dinosaurio que no han sido identificadas entre los restos. “Son diferentes ejemplares, de varias especies, incluidos hadrosaurios y ornitópodos basales de distintos tamaños”, explica David Rubilar. Los análisis indican que al menos uno de los fósiles encontrados corresponde a la especie hadrosaurio, que fue descubierta en 1868 en Norteamérica y cuyos restos se transformaron en el primer dinosaurio reconstruido a partir de sus huesos en el mundo.

 

Hasta ahora, la presencia del hadrosaurio en tierras del extremo austral no había sido comprobada. Los restos más al sur de ornitópodos pertenecían a yacimientos encontrados al norte de la provincia de Santa Cruz, Argentina. Mediante análisis con la técnica de estratigrafía, que utiliza las rocas y sedimentos en torno a los fósiles para determinar la edad, se pudo establecer que el individuo descubierto tendría unos 66 millones de años.

 

Se trata de dinosaurios cuadrúpedos, que también tenían la capacidad de caminar como bípedos y que tenían un pico similar al de un pato, con más de dos mil dientes.

 

Pero uno de los aspectos clave que otorga más interés al hallazgo es su vínculo con la Antártica. Hace algunos años, un diente de hadrosaurio fue encontrado en ese continente por científicos estadounidenses y argentinos, de manera que el hadrosaurio de Cerro Guido podría ayudar a completar el puzzle. Aunque todavía faltan estudios para identificar a qué especie pertenece el resto de los huesos, se cree que algunos corresponden a otro dinosaurio herbívoro, un iguanodóntido.

 

Alexander Vargas explica que esta especie es pariente del hadrosaurio y que también tenía la capacidad para moverse en forma bípeda. Una característica especial es que parte de los huesos hallados son más largos que otros encontrados previamente en Argentina, lo que significa que (de confirmarse que se trata de un iguanodóntido) podría ser el más grande encontrado en Sudamérica.

 

Se ha establecido que la región austral de nuestro planeta, donde habitaban estos dinosaurios, era muy diferente a fines del Cretácico. No sólo Sudamérica y la Antártica estaban unidas por puentes terrestres que aparecían y desaparecían, sino que hace 66 millones de años la tierra atravesaba un efecto invernadero más acentuado que el actual, con temperaturas de entre seis y nueve grados superiores a las que tenemos en el presente. Además, el hallazgo de ictiosauros fosilizados hace algunos años en el sector de Torres del Paine, al sur de donde aparece el nuevo yacimiento, demuestra que muchas áreas de lo que hoy es la Patagonia estaban bajo el mar.

 

Se sabe que Sudamérica estuvo unida a Antártica como parte del continente conocido como Gondwana. La separación comenzó hace aproximadamente 235 millones de años, en el contexto de un proceso que terminó hace 30 millones de años con la apertura del Paso de Drake. Sin embargo, la historia de esta separación presenta muchas lagunas. Las primeras evidencias concretas de la unión entre Sudamérica y Antártica datan de las migraciones de marsupiales entre 85 y 90 millones de años. Los marsupiales en Australia son un buen ejemplo. Se ha descubierto, vía análisis genético-moleculares, que se originan en Sudamérica y pasan a ese continente mediante el puente que había en la época de Gondwana. Un linaje de ellos, al cual pertenece un solo representante vivo conocido como monito del monte, endémico de Chile, evolucionó en Australia y luego se devolvió a Sudamérica.

 

Tras esta fase, el mar separó nuevamente al continente antártico de Sudamérica, pero la nueva evidencia demuestra que hace 66 millones de años los continentes se vuelven a unir, permitiendo que los dinosaurios llegaran a la Antártica.

 

No es todo. La flora asociada al yacimiento encontrado incluye evidencia que explicaría el origen de los bosques del sur de Chile. Los árboles pertenecientes al género Nothofagus, del cual forman parte 10 especies del bosque nativo, aparecían en los registros fósiles más antiguos con aproximadamente 53 millones de años. Pero en la Antártica estos mismos bosques datan de 80 millones de años. ¿Cómo llegaron a Sudamérica?

 

Marcelo Leppe explica que las semillas no son capaces de viajar sobre el océano, de manera que había un “eslabón perdido”. Fue lo que apareció en Cerro Guido. Los restos deNothofagus datan de 66 millones de años, lo que constituye la evidencia más antigua hallada hasta ahora sobre estas especies de flora en Sudamérica. “Según los registros fósiles, la especie habría permanecido 20 millones de años en la Antártica, esperando el momento de estar conectada territorialmente para entrar a Sudamérica”, explica Leppe. Este hallazgo tiene grandes implicancias para la conservación. Especies como el ruil, que habita en la Región del Maule y está bajo amenaza, es un fósil viviente de los bosques de hace millones de años en el continente helado. Lo mismo ocurre con los bosques lluviosos valdivianos. ”Cuando caminamos por estos bosques, no imaginamos que estamos en un paisaje que se origina en la Antártica entre 80 y 66 millones de años atrás”, dice Leppe.

 

Todavía quedan muchas preguntas por responder, incluyendo la verificación de todas las especies de ornitópodos encontradas en el yacimiento. ¿Murieron en un incendio efectivamente? ¿O estaban muertos ya cuando el incendio arrasó el área de Cerro Guido? Una segunda expedición se prepara para comenzar a responder éstas y otras interrogantes. Sin embargo, por primera vez comienzan a llenarse los vacíos en la larga historia de separación entre Sudamérica y la Antártica. Algo que resulta vital para entender la evolución de las especies que encontramos en el sur de nuestro país y en diversos continentes, dando pase a una potente base para el desarrollo del turismo de intereses especiales en la región austral de Sudamérica.

 

Fuente: La Tercera

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