Los chilenos que trabajaron en el informe de cambio climático del IPCC

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Viniendo de un país del Hemisferio Sur y en desarrollo, uno siempre tiene que estar como luchando, recordarles que la visión de ellos no es la única. Y no es fácil, porque uno esta ahí con la elite de los científicos, con gente muy reconocida. La primera vez que levanté la mano en un plenario estaba nerviosa. Sentía que hacía un esfuerzo, me podía quedar callada, pero sentía un deber conmigo misma, con mi género, mi nacionalidad, de demostrar que no estaba calentando la silla”.

 

Lo dice Maisa Rojas, experta en ciencias atmosféricas de la U. de Chile e investigadora del Centro para la Investigación del Cambio Climático y la Resiliencia (CR2), recordando sus primeras sesiones en el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático de la ONU (IPCC), el organismo encargado de recoger la evidencia científica sobre el fenómeno. Entre cientos de científicos de todo el mundo, Rojas fue parte del capítulo sobre paleoclima -el clima del pasado- en la primera parte del Quinto Reporte, entregado en septiembre de 2013.

 

Junto a otros cinco chilenos, fue escogida para ser miembro de uno de los paneles científicos de más alto nivel. En el mismo reporte estaba Jorge Carrasco, meteorólogo y ex investigador de la Dirección Meteorológica; Paulina Aldunce, experta en sociología ambiental de la U. de Chile, Francisco Meza y Sebastián Vicuña, directores del centro Cambio Global de la U. Católica -integrantes de la segunda parte del reporte, entregada esta semana-, y Juan Pablo Montero, académico del Instituto de Economía de la UC, miembro de la tercera parte del informe, que se entrega la próxima semana.

 

El reporte sobre el estado del clima en la Tierra, los impactos que provoca y cómo mitigarlos -que cada siete años prepara el IPCC-, requiere más de dos años de trabajo en los que cientos de artículos científicos son analizados, resumidos y discutidos por los expertos. Su objetivo: lograr el diagnóstico más exhaustivo de la salud del planeta para ser la base de las decisiones políticas.

 

Hay que trabajar y mucho, sobre todo cuando llega el momento de entregar algún borrador (tres en total, por grupo) y la hora de responder a cientos de comentarios. “Entre esos vienen opiniones de escépticos y de científicos que contribuyen muy significativamente a lo que se está escribiendo; corrigen ideas, números. Hay que responder todos los comentarios, desde ‘muchas gracias, pero vamos bien’, hasta incluir sus ideas”, dice Jorge Carrasco.

 

Aunque todo está muy estructurado desde la primera reunión, surgen excepciones. En 2013 tuvieron que incluir información sobre el llamado “hiato” o desaceleración del ritmo en el que aumenta la temperatura global. “Fue una decisión de último momento, no estaba fuertemente discutido en el informe, pero en enero de 2013 ya aparecía en la literatura y era inevitable incluirlo”, cuenta Rojas.

 

No reciben sueldo -el IPCC financia sus traslados y alojamientos- pero a cambio tienen la experiencia de trabajar con reconocidos científicos. “Es un privilegio. Estamos en un ambiente de discusión sumamente elevado, con la gente que más sabe del tema. Es muy estimulante. Cuesta imaginar cómo 300 personas conversan sobre un tema, pero se dan muchos espacios, es una tremenda experiencia”, comenta Sebastián Vicuña.

 

Aunque también se encuentran personalidades fuertes e investigadores que están en el tope de sus carreras. “Es difícil lidiar con ellos, llegar a consensos. Hay casos particulares donde volaban plumas, sobre todo al preparar el resumen ejecutivo con los representantes de los gobiernos, donde hay que discutir palabra por palabra. Muchos terminamos ofuscados”, recuerda Gino Casassa, glaciólogo, coordinador de autores principales en el reporte de 2007 -grupo que ganó el Nobel junto a Al Gore-.

 

Francisco Meza dice que hay un ambiente cordial en general, “en todas partes van a haber personalidades fuertes, pero aun cuando aparecen personalidades que tensionan, las respuestas siempre vienen del mundo de las ideas”.

 

“Se daban interesantes discusiones entre países desarrollados y en desarrollo, por ejemplo. Porque los factores de vulnerabilidad son súper distintos. A algunos investigadores les es más difícil comprender factores de vulnerabilidad que están presentes en nuestro mundo (Latinoamérica)”, dice Paulina Aldunce. Agrega que los países en desarrollo, a pesar del esfuerzo, aún están subrepresentados -el 6% de los autores es sudamericano- y que el idioma es limitante para algunos países, que casi no opinan en las plenarias. Las mujeres, también son minoría (21%).

 

“La primera vez en el IPCC me dijeron tienes que ser muy valiente para ser mujer y latinoamericana y estar parada aquí. Pero eso no es exclusivo del IPCC, se da en muchas instancias internacionales. Está en uno soportarlo y yo tengo patas de más”.

 

Fuente: La Tercera

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