Los 7 pecados capitales de los productos “verdes”

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Si bien la tendencia al consumo de productos verdes va en alza en el país,  investigaciones han descubierto que existe una masa importante de éstos que no cumplen con los estándares ambientales o beneficios en salud que prometen en su publicidad.

  

 

Una investigación del Departamento de Industrias de la Universidad Santa María (USM) profundizó acerca de un nuevo perfil de chilenos: los “consumidores verdes”, los que fueron definidos como “personas que destinan más tiempo y recursos para conseguir productos benignos para la salud y sustentables en toda su cadena de producción”.

 

Se indicó que este tipo de consumidores tienen entre 18 y 41 años, y que pertenecen a un nivel socioeconómico alto, característica que estaría directamente relacionada con el precio de los productos verdes, así como también el tamaño de la oferta y demanda de la industria asociada, la que si bien va en aumento, apunta a nichos específicos de la sociedad.

 

Un 90% de estas personas manifiestan, además, ser proclives a tomar acciones ambientales como el reciclaje o la compra de productos de menor efecto contaminante. En ese contexto, es que saben que los productos orgánicos son más costosos, pero también están dispuestos a pagar más por ellos, en contraste a los productos tradicionales.

 

En cuanto a la cantidad de veces que compran productos verdes, la investigación dio a conocer que el 28% de los consumidores “ecológicos” consume todos los días este tipo de artículos y un 47% lo realiza algunas veces por semana.

 

Sin embargo, algo que no apuntó el estudio es: ¿qué se define como un producto verde? o bien, ¿qué tan «ecológicos» son los productos que se venden como tales?

 

La pregunta encaja, ya que muchas empresas del mundo han aprovechado la “moda” de la producción ‘verde’ para dar un lavado de cara a sus productos y atraer consumidores más consientes. Este uso fraudulento de la publicidad, conocido como ‘Greenwashing’ (‘lavado verde’) en América del Norte, es precisamente lo que denuncia la organización canadiense de marketing ambiental TerraChoice en un estudio, el que indicó que el 98% de los más de 2.000 artículos analizados y comercializados como “verdes” no eran completamente transparentes con la información ambiental transmitida al consumidor.

 

Entre las categorías más denunciadas se encuentran los productos de limpieza, cosmética y de niños, precisamente juguetes y artículos de bebé. Éstos últimos, según TerraChoice, atraen a los padres con conceptos referidos a la salud y al medio ambiente como: “no contiene Bisphenol A», «juguetes no tóxicos», «orgánico» o «pañales biodegradables». Ante ello, la organización canadiense llama la atención en especial sobre el concepto «todo natural». “Para los padres, algo natural implica algo bueno y seguro. Pero nada más lejos de la realidad. El arsénico, el uranio o el mercurio son naturales y a la vez resultan perjudiciales para la salud”, dice la empresa.

 

Con la investigación realizada, TerraChoice estableció los siete pecados capitales del “lavado verde” que suele cometer la gran mayoría de las empresas que venden un falso producto verde.

 


1) El pecado del «impacto oculto»
es el primero de la lista de esta organización y consiste en afirmar que un producto es “verde” basándose sólo en unas pocas cualidades ambientales, sin prestar atención al impacto global. Por ejemplo, TerraChoice se refiere al papel que se presenta como «100% ecológico» por ser reciclable o por proceder de una plantación sostenible, olvidando otros aspectos que afectan al proceso de fabricación y comercialización: las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), el uso de energía, el agua utilizada, los impactos de la silvicultura o el uso de cloro para el blanqueo del papel.

 

2) El segundo pecado que menciona es el de «la falta de pruebas», que apuntaa la carencia de certificados reales o de información fácilmente accesible que corrobore lo que dice la etiqueta son pistas para detectar el engaño. Según el estudio de TerraChoice, esto ocurre mucho con lámparas que promueven la eficiencia energética o productos de cosmética, como toallitas de papel que se venden como reciclables.

 

3) La imprecisión al momento de describir una etiqueta es el tercer pecado capital. El resultado de no definir bien la información que aparece en los productos o la falta de significado de los mensajes confunden al consumidor. Por ejemplo, decir que un producto «no lleva sustancias químicas» no es real, ya que nada está libre de químicos (todas las plantas, animales y humanos están compuestos de químicos). Ocurre algo similar con etiquetas como «todo natural» o «no tóxico», ya que todo puede ser tóxico en dosis altas.

 

4) Otros artículos incluyen información sin importancia que puede distraer al consumidor que busca un producto realmente de bajo impacto ambiental. Éste es el pecado de la “irrelevancia”. Para TerraChoice, el ejemplo más claro se encuentra en los materiales que anuncian «libre de CFC’s». Los clorofluorocarbonos son los principales culpables del deterioro de la capa de ozono y fueron prohibidos por ley hace unos 30 años. Aún hoy, muchos productos−como lubricantes, insecticidas, desinfectantes−,que continúan poniendo en sus etiquetas este mensaje que no aporta realmente nada.

 

5) Otro pecado es el del «mal menor»: Hay productos que en su conjunto tienen un dudoso beneficio ambiental y se venden como orgánicos o verdes. Es lo que ocurre con los insecticidas o los herbicidas ‘verdes’. Aunque hay consumidores que necesitan estos artículos para usos agrícolas, en otras circunstancias pueden ser innecesarios para usos como jardines.

 

6) Otras empresas mienten directamente sobre los elementos y certificados de sus productos. La organización con sede en Ontario menciona en su estudio algunos ejemplos como champús que dicen ser «orgánicos» o detergentes para el lavavajillas que aseguran estar empaquetados en papel 100% reciclado, cuando en realidad contienen plásticos. Éste es el pecado de la “mentira”.

 

7) El séptimo pecado que se ha unido a la lista este año es el de «adorar las etiquetas falsas». Muchas empresas han llegado al punto de falsificar certificados y copiar etiquetas para simular un producto respetuoso con el medio ambiente, una estrategia engañosa que requiere una especial atención por parte del consumidor para detectarla.

  

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