La certificación chilena para edificios verdes

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Se consideran como “edificios verdes” aquellos que incorporan criterios de sustentabilidad ambiental, social y económica en sus fases de diseño, construcción y operación. De la mano de exigentes certificaciones, tales como Leed y otras, estos criterios pueden ser evaluados objetivamente.

 

En Chile existen 21 edificios certificados Leed (Leadership in Energy & Environmental Design) y 152 proyectos postulando al estándar desarrollado por el Consejo de la Construcción Verde en Estados Unidos (US Green Building Council). La mayoría de ellos pertenecen al sector del retail y al exclusivo grupo de edificios de oficinas clase A, caracterizados por su excelente localización, alto nivel de diseño y sistemas tecnológicos que lideran el mercado y atraen a clientes con gran poder económico.

 

A nivel mundial, este tipo de construcciones se ha posicionado como una respuesta del sector de la construcción ante los desafíos globales del cambio climático y el desarrollo sustentable. Las certificaciones se han convertido en un instrumento para evaluar y comunicar los impactos ambientales y sociales de los edificios, mejorar su diseño y construcción, e incentivar el mercado de servicios y tecnologías asociadas.

 

Si en un principio estas certificaciones fueron iniciativas locales de países desarrollados, como el caso de la certificación Leed en Estados Unidos, en la actualidad conviven sistemas que se ajustan a parámetros y realidades locales junto con métodos más globales.

 

En el caso de Chile, desde hace algunos años se está utilizando el sistema de certificación Leed pero aún no se cuenta con un modelo propio, que dé cuenta de las distintas realidades constructivas, climáticas y de la industria que existen a lo largo del territorio nacional.

 

Para abordar esa situación, el Instituto de la Construcción se encuentra ejecutando el proyecto Innova “Diseño e Implementación de Sistema Nacional de Certificación de Calidad Ambiental y Eficiencia Energética para Edificios de Uso Público”, que cuenta con el cofinanciamiento de InnovaChile de Corfo y tiene por mandantes a la Dirección Nacional de Arquitectura del Ministerio de Obras Públicas (MOP), la Cámara Chilena de la Construcción (CChC) y el Colegio de Arquitectos de Chile.

 

También participan como instituciones interesadas el Ministerio de Salud, el Ministerio de Educación, el Colegio de Ingenieros, la Fundación DuocUC, Chile Green Bulding Council, y recientemente se sumaron el Ministerio de Desarrollo Social y la Agencia Chilena de Eficiencia Energética.

 

Para el desarrollo del proyecto, el Instituto cuenta con el apoyo de profesionales del Idiem de la Universidad de Chile. Este trabajo se extenderá por 21 meses divididos en tres etapas, iniciadas el 22 de agosto 2012. En los primeros 12 meses se desarrollará el método de certificación; en la segunda etapa de tres meses se deberá realizar la transferencia de este desarrollo, para luego difundir masivamente estos resultados.

 

Así, con el nombre de “Certificación IC-Edificio Sustentable”, el Instituto de la Construcción se encuentra desarrollando un método local de certificación.

 

“Los métodos de evaluación y certificación de edificios deben guiarse por criterios internacionales, pero adaptados a la realidad nacional. Deben ser administrados localmente para ir reflejando los cambios en la normativa y la dinámica del mercado local”, precisa el arquitecto José Tomás Videla, jefe del proyecto.

 

¿Por qué crear una certificación nacional para edificios si existen alternativas como HQE de Francia, BREEAM del Reino Unido, DGNB de Alemania o Leed de Estados Unidos?

 

Se planteó una certificación nacional porque es necesario entender el tipo de construcción que tenemos en Chile; las brechas en normativa, información disponible y la capacidad del recurso humano, así como los costos asociados.

 

Ya en el año 2007 se comenzó a trabajar en la necesidad de generar una certificación nacional de sustentabilidad para edificios, época en la que todavía no existían iniciativas maduras similares en el país. La primera construcción en Chile en lograr certificación Leed fue en el año 2009.

 

Lamentablemente, el terremoto obligó a congelar la iniciativa durante todo 2010 y solo se retomó la idea a mediados de 2011. Finalmente, en 2012 se logró co-financiamiento de Innova Chile de Corfo para continuar con el proyecto. Es importante destacar que Corfo co-financia porque entiende que la certificación es una herramienta que aumenta la competitividad del sector de la construcción, mejora su calidad y genera mayor capacidad técnica en los profesionales del área en todo Chile y en las instituciones que participan.

 

 

Una certificación que se adapte a la realidad nacional ¿no es un eufemismo para decir “bajar las exigencias”?

 

Para nada. Estudiamos cómo eran los edificios de uso público en el país de modo de entender la construcción tipo que queremos certificar. Los resultados indicaron que el edificio tipo en Chile es pequeño o mediano, de 2.000 o 3.000 m²: escuelas, centros de formación técnica, centros de salud familiar, postas, oficinas pequeñas y medianas tanto públicas como privadas, y el retail pequeño y mediano tamaño. Ese es el segmento más representativo, y no cuenta con una herramienta apropiada para mejorar y evaluar su comportamiento ambiental y energético. Que la certificación se adapte a la realidad nacional tiene que ver con seleccionar parámetros y formas de evaluación significativos a nuestros diversos contextos. Por ejemplo, no se puede evaluar de igual manera el ahorro de agua en Antofagasta que en Valdivia, ni la ventilación natural en un mall que en una escuela rural.

 

La idea es construir una certificación que rescate esas características.

 

Hoy, los edificios que se están certificando Leed, por ejemplo, están en torno a los 5 y 10 mil metros cuadrados como superficie media, típicamente edificios de oficinas clase A, A+ o B+. También se está certificando el gran retail (en general malls), hoteles y algunas universidades. Nosotros no queremos competir contra eso, pero vemos que, por distintos factores, el segmento objetivo que definimos no tiene acceso a esa certificación y muchos se están quedando fuera, pese a su potencial de mejora. Es el caso de los edificios existentes por ejemplo.

 

Con todo esto no quiero criticar a Leed; al contrario. Partimos de la base que Leed lo ha hecho muy bien en el país, pues ha levantado el tema y ha generado una cierta objetividad de qué es un edificio sustentable. Ha transformado la sustentabilidad en un atributo deseable para un edificio.

 

 

¿Cómo se estructurará esta nueva certificación?

 

A la hora de hablar del contenido de esta certificación, es atingente señalar que tanto la certificación Leed como otras similares se basan en los mismos ámbitos. En general, hay una serie de criterios sociales, ambientales y económicos que se repiten. Los principales suelen ser energía, calidad del ambiente interior, eficiencia hídrica, uso de los materiales, gestión de los residuos, impacto en el entorno y el transporte.

 

Sobre la base de lo que hemos analizado, pero fundamentalmente respecto de lo que se puede hacer en el país, decidimos abordar, por el momento, tres ámbitos: energía, agua y calidad del ambiente interior.

 

Por ahora dejamos de lado otros temas como transporte y residuos, no porque no sean importantes, sino porque no son fundamentales.

 

Leed, por ejemplo, otorga mucha importancia a la cercanía del edificio con el transporte público. Es cierto que si las personas están cerca del transporte público lo van a usar más, pero también es verdad que no deja de ser un supuesto, pues uno no sabe a ciencia cierta cómo se van a comportar.

 

Por eso, en todas las áreas en las que en Chile no hay información respecto de cómo exigirlas o los supuestos sobre los que se basan las exigencias no están claros, se prefirió abordarlos más tarde, en una actualización de la certificación.

 

Otra cosa que es importante indicar es que el foco de la certificación son los edificios de uso público, que no es lo mismo que un edificio público. Edificios de uso público son todos los edificios menos viviendas e industrias. Hoy, la mitad de lo que se construye en Chile es de uso público. Si hay una administración del Estado de ese edificio, se convierte en un edificio público.

 

Teniendo como punto de referencia certificaciones nacidas en países desarrollados, generar una “adecuada la realidad nacional” ¿requiere partir de muy abajo?

 

Es un salto importante para muchos pasar de la situación actual de ausencia de criterios de sustentabilidad, a certificarse bajo estándares internacionales, y es un salto que no todos pueden hacer. Por eso la idea es crear una herramienta más cercana al potencial de nuestros edificios. Partimos de una realidad nacional con criterios muy bajos, pero lo importante es mejorar en forma gradual en aquellas áreas que como país tenemos potencial para hacerlo, elevando los estándares actuales en los edificios antes mencionados. Queremos apuntar a los edificios que no tienen la posibilidad real de llegar a Leed.

 

En lo concreto, ¿qué tipo de exigencia plantea la nueva certificación?

 

La certificación en la que estamos trabajando más que generar nuevas exigencias, busca replantear las actuales de manera más clara. Queremos una certificación práctica, con muchos aspectos prescriptivos y otros prestacionales. [JTV1] Queremos que quien certifique pueda fiscalizar en terreno y verificar el cumplimiento de los requerimientos. Preferimos hacer algo menos complejo, pero que se cumpla.

 

 

¿Se plantea alguna clase de homologación con Leed?

 

En aquellas áreas en que se defina que nuestro método puede “conversar” con Leed intentaremos homologar ciertos aspectos. Podría ser que un edificio obtenga, por ejemplo, el 40% de nuestra certificación gracias a que ya se certificó Leed. Es algo que hemos discutido con el Chile Green Building Council y los consultores Leed existentes.

 

¿La certificación está pensada en edificios nuevos?

 

Lo más fácil sería centrarnos en edificios nuevos, pero con eso dejaríamos a un lado a la gran mayoría de los edificios, donde realmente están los problemas, por eso la certificación será tanto para edificios nuevos como para existentes.

 

Respecto de los costos, en pocas palabras, será el mínimo posible. Apuntamos en muchos casos a requerimientos con un foco en buenas prácticas de diseño arquitectónico, y buscamos simplificar la metodología de cálculo, la entrega de información y la demostración del cumplimiento. Con esto evitamos en lo posible la necesidad de emplear software y la realización de ensayos en obra.

 

Con estas y otras medidas, buscamos no afectar significativamente los costos de construcción y reducir aquellos asociados a la entrega de la certificación y la consultoría asociada. Tampoco vamos a exigir que alguien tenga que asesorar al titular del proyecto. Perfectamente el cliente, con el apoyo de un arquitecto o ingeniero capacitados, podría implementarlo.

 

¿Cómo se relaciona esta certificación otras como la norma ISO 50001 sobre sistemas de gestión de energía?

 

Esta es una certificación de diseño y construcción, por lo tanto no se certifica la operación ni será necesario re-certificarse en el tiempo, si bien haremos un seguimiento a los edificios certificados y sus consumos, e incorporaremos incentivos para que sus administradores lleven una buena operación. En el futuro queremos que la certificación IC-Edificio Sustentable certifique operaciones (lo que sí requiere verificaciones), pero por ahora nos vamos a abocar en el diseño y la construcción.

 

 

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