Advierten que rana chilena puede desaparecer si no se ajustan políticas de protección

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Es la “rana común”, que siempre ha estado desde Coquimbo a Puerto Montt, y que, por su tamaño, también en los platos de hogares rurales y restaurantes. Sin embargo, la rana chilena (Calyptocephalella gayi) es un anfibio único en el mundo, el último de su linaje, que surgió hace más de 110 millones de años.

 

Un fósil viviente, que surgió cuando el planeta aún estaba dividido en dos (Laurasia y Gondwana). Al separarse, y cuando emergió la Cordillera de los Andes, sólo quedó en Chile. “Hoy está declarada como vulnerable (según la IUCN), pero no hay acciones para estudiar ni su estado de conservación ni población. Es una pena, porque es un legado muy importante dentro de la biodiversidad”, dice Marco Méndez, académico del Departamento de Ciencias Ecológicas de la U. de Chile.

 

Su distribución coincide con el área de mayor densidad poblacional del país, explica, por lo que los impactos, se presume, son altos. No sólo el avance de la urbanización la está afectando, también especies exóticas invasoras -como la rana africana y la tortuga de orejas rojas- y la competencia por el agua con agricultores y forestales. Además, a pesar de que está clasificada como vulnerable, aún es posible verla en restaurantes.

 

Su captura está prohibida y quienes la comercializan deben reproducirlas en criaderos. Pero como tardan más de tres años en lograr un tamaño comercializable, se sospecha que mucho de lo que se vende son ranas silvestres. Hay poca fiscalización.

 

“Ha habido sobreexplotación, e incluso uso en laboratorios de veterinaria, donde sacrifican animales de 10 años para clases”, dice Claudia Vélez, experta de la U. Santo Tomás, que dirige un centro de reproducción de la especie. Su trabajo -junto a Paz Loreto Acuña-, por cerca de seis años, les ha permitido obtener información sobre la conservación en cautiverio, para repoblar sitios donde está desapareciendo.

 

Marcela Vidal, coordinadora de la Red Chilena de Herpetología, dice que aunque se ha intentado desarrollar la ranicultura en el país, no ha resultado sostenible ni lucrativo. Han pedido la prohibición de criaderos en el Ministerio de Medio Ambiente (MMA) y el SAG, sin éxito. “No podemos ser bipolares al momento de definir estrategias para la rana, es decir, ¿es una especie vulnerable o un recurso natural renovable? Si está vulnerable y está prohibida su captura, entonces, ¿por qué considerarla para consumo humano, si en todos estos años ningún criadero ha dado resultados importantes?”, dice.

 

Los expertos coinciden en que es necesario reclasificarla a “en peligro de extinción”, pero para ello se necesita generar más datos y evaluar su distribución y estado de las poblaciones. “Hay una serie de información que se requiere y que no está”, dice Méndez, quien -junto a Christian Jofré, de la Upla- hizo un estudio que muestra que sólo la mitad de los anfibios del país está distribuido en áreas protegidas. El caso de la rana chilena es el más grave.

 

Sandra Díaz, experta de la sección Gestión de Especies del MMA, dice que la especie está incluida en el plan de recuperación, conservación y gestión de anfibios en Chile. Pero, según los investigadores, los fondos para estudiarla aún no se han entregado.

 

Fuente: La Tercera

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