A 28 años del aluvión en Antofagasta nuevos estudios advierten que persisten territorios vulnerables

A pesar de las grandes obras de mitigación realizadas en Antofagasta tras la catástrofe, aún existe población en riesgo en la región ubicadas cerca de quebradas como La Chimba. De reiterarse los fenómenos meteorológicos de 1991, podrían experimentar aluviones destructivos.

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Hace casi tres décadas, un fenómeno climatológico de intensas lluvias en la Región de Antofagasta precipitó uno de los desastres más violento que ha experimentado el norte de Chile: una serie de aluviones que impactaron a las ciudades de Antofagasta y Taltal, y otras localidades más pequeñas. Durante la madrugada del 18 de junio de 1991, en un lapsus de tres horas, cayeron entre 17 y 42 mm, considerando que en promedio en unos de los desiertos más áridos del mundo,  las precipitaciones máximas diarias en uno de los desiertos más áridos del mundo, no supera los 2 milímetros.

Para que se desarrollara tal nivel de daños en la ciudad de Antofagasta producto de los aluviones, existieron varios factores: “Se desarrollaron características climáticas inusuales para el norte del país, la geomorfología propia de la ciudad, la inexistencias de obras de mitigación para ese entonces y, por último, las características de materialidad de las viviendas y la planificación territorial”, afirma Francisca Roldan, investigadora del Centro de Investigación para la Gestión Integrada del Riesgo de Desastres (CIGIDEN) y geóloga de la Universidad Católica del Norte.

Aluviones que cobraron 91 víctimas fatales, más 19 cuerpos desaparecidos, 700 viviendas con destrucción total, 4.000 viviendas con daños severos y 20.000 personas damnificadas, con daños materiales totales estimados en US$ 71.000.000. “El clima de Antofagasta es desértico con nublados abundantes (camanchaca) y los promedios de precipitaciones máximas diarias varían desde 0 a 2 mm. En 1991 se desarrolló una lluvia repentina y violenta de gran intensidad en un corto periodo de tiempo la noche del 18 de junio, entre las 00:30 y las 03:30 horas, acompañada de vientos inusuales de 21 a 35 kilómetros por hora”, explica Roldan.

Población vulnerable

Por otro lado, Antofagasta cuenta con una cantidad considerable de cuencas hidrográficas, donde todas ellas desembocan hacia el oeste, coincidiendo con la zona urbana de la ciudad. Por eso, en 1991 las mayores activaciones de quebradas se concentraron en; La Chimba, Farellones, Salar del Carmen, La Cadena, El Ancla, Baquedano, El Toro, La Negra, Jardines del Sur, Huáscar y El Way, siendo la quebrada del Salar del Carmen y La Cadena las que causaron mayores pérdidas y daños en la población. A su vez la mayoría de estas viviendas cercanas a la desembocadura de las cuencas son de material informal de desecho y por ende, con baja resistencia  ante el desplazamiento de remociones en masa o aluviones.

“Durante el eventos del 18 de junio, además, la activación de las quebradas sucedió una hora después iniciadas las lluvias, teniendo cortos tiempos de concentración y formándose flujos con velocidades de 15 a 30 km/hr, con un gran poder destructivo. Todo esto condujo a que los flujos dañaran gravemente varios sectores de la ciudad, evidenciando la falta de preparación previa ante este tipo de eventos naturales, ya sean por la falta de construcción de obras de mitigación, estudios, alarmas preventivas como falta de educación aluvional en la población”, asegura Francisca Roldan.

Alertas y educación aluvional indispensable hoy en día, advierte la investigadora CIGIDEN, ya que aún persisten sectores en riesgo de desastre por aluviones. Un reciente estudio de la geóloga, determinó que la cuenca La Chimba, una de las 57 cuencas hidrográficas de Antofagasta, aún tiene riesgo de aluviones. Se encuentra al norte de la ciudad, muy cercana a la Isla Guamán o mayormente conocida como Caleta La Chimba, cuya área abarca 25 km2, equivalente a 3.580 canchas de futbol.

Estudio de La Chimba

Créditos: Francisca Roldán.

El estudio determinó que una activación de las quebradas del sector de la Chimba, dejaría zonas con mayor susceptibilidad: la calle S/N no pavimentada al norte del Vertedero Municipal, la calle Los Topacios, la calle Huamachuco, la calle San Martín de Porres, la calle Pirita, la calle Sierra Nevada, la zona central del Vertedero Municipal La Chimba, incluyendo la calle Patricio Infante y el área este de la zona de extracción de áridos. Esto incluye áreas urbanas, industriales y campamentos de La Chimba, tales como: La Quebrada, La Lucha es Posible, Luz Divina VI y un barrio transitorio cuya administración está bajo el cargo del sacerdote Padre Felipe Berrios.

De acuerdo a Francisca Roldan, para cuantificar el daño en áreas urbanas en caso de generarse aluviones, se observa el desplazamiento de estos flujos en terreno, con el objetivo de cuantificar y caracterizar las rocas o sedimentos presentes y así determinar las áreas mayormente susceptibles a este tipo de flujos. Hoy existen, además, nuevas herramientas de investigación como simulaciones de inundaciones con imágenes LIDAR, que permiten analizar otras características de las cuencas, incluyendo tipos de suelo presente en las quebradas, datos físicos como pendientes, áreas y perímetros entre otros (análisis morfométrico) e incluir caracterización hidrometeorológica, es decir, estudio de los fenómenos meteorológicos (lluvias) en relación directa con la hidrología (estudio de aguas terrestres)”, explica.

La Chimba tiene un alto riesgo, plantea la geóloga UCN, porque la mayoría de los estudios de remociones en masa (aluviones) de Antofagasta se basan en el evento aluvional de 1991, excluyendo esta zona en particular debido a la poca población residente para ese entonces. “Por otro lado, la presencia del Vertedero Municipal La Chimba en plena zona de desembocadura y aledaña a sectores urbanos ­–con un área mayor a 700.000 m2 y alturas que alcanzan los 95 m– y una gran área de extracción de áridos que superan los 800.000 m2,, pudiendo ambas áreas, incrementar el poder destructivo de los flujos aluvionales si estos se desarrollan”, explica Roldan.

Obras de mitigación

A pesar de tener contemplado un número considerable de proyectos de macrourbanización en plena zona de desembocadura en La Chimba, no existen obras de mitigación de gran envergadura. Posterior al desastre aluvional de 1991, tras declarar declarar zona de catástrofe a la ciudad de Antofagasta, se construyeron obras de mitigación capaces de disipar la energía de los flujos aluvionales, mediante pozas decantadoras y/o muros reguladores de flujo dispuestos en serie en los cauces principales y tributarios de las cuencas. Actualmente, Antofagasta cuenta con 6 cuencas con obras de mitigación: Farellones, Salar del Carmen-Caracoles, La Cadena, El Ancla, Baquedano y Uribe. Ésta última se encuentra en la última etapa de construcción. Por otro lado, se tiene contemplado la construcción de obras de mitigación en las quebradas de Riquelme (actualmente en la primera etapa de construcción), El Toro y Jardines del Sur.  

Según Francisca Roldan, se ha demostrado que las piscinas decantadoras son efectivas para muchos casos de precipitaciones, pero es un error pensar que resistirán a todo nivel de intensidad de lluvias y a cualquier nivel de aporte sedimentario y material antrópico de las quebradas.  “Lo ideal sería complementar estas medidas de mitigación con alertas preventivas, nuevos estudios que permitan obtener el tiempo de respuesta de las cuencas y, controlar y disminuir la cantidad de materiales antrópicos presentes en la ciudad y las zonas de extracciones de áridos.  Se requiere de campañas de educación aluvional, difundir los mapas de amenazas existentes para tener una población más preparada, no solo en Antofagasta, sino en todo el país”, concluye.

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